Eran
ilustrativas algunas imágenes de varias urbes durante la pandemia:
cielos nítidos, limpios, atmósfera mucho menos contaminada, parques
y espacios públicos despejados, montañas y bosques que parecían
haber recobrado un verde sugerente y encantador. El confinamiento fue
una excelente medida para contribuir al trabajo regenerador de la
naturaleza. Está claro que las reducción del tráfico aéreo y
rodado en las ciudades tiene claros efectos en la disminución de la
contaminación, factor que determina una importante mejora de la
salud pública.
El
Informe Anual de la Calidad del Aire dado a conocer por Ecologistas
en Acción deja
claro que durante 2019, más de cuarenta y cuatro millones de
personas siguieron respirando aire contaminado en nuestro país. Eso
significa que el 94 % de la población y el 88 % del territorio (unos
cuatrocientos cuarenta y cuatro mil kilómetros cuadrados) estuvieron
expuestos a unos niveles de contaminación que superan las
recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los
registros impulsan los planteamientos de Ecologistas
en Acción: potenciar
el transporte público, la bicicleta y el tránsito peatonal, además
de promover el ahorro energético, adoptar las mejores técnicas
industriales disponibles, cerrar las centrales térmicas de carbón,
reducir el uso del avión, penalizar el diésel y declarar un área
de control de las emisiones del transporte marítimo en el
Mediterráneo como la del Báltico y el Mar del Norte.
Estas
experiencias y estas conclusiones son las que hay que tener en
cuenta. Forman parte de la nueva realidad. Pensemos que España ha
sido denunciada por la Comisión Europea ante el Tribunal Europeo de
Justicia después de que varias capitales de provincia incumplieran
los límites legales de dióxido de nitrógeno (NO2). Las partículas
aumentaron sobre el año anterior, en buena medida por el episodio de
contaminación de la segunda quincena de febrero.
La
principal fuente de contaminación en áreas urbanas, donde se
concentra la mayor parte de la población, es el tráfico motorizado.
El informe apunta también a que determinadas áreas fabriles y el
entorno de las grandes centrales termoeléctricas de carbón y otros
combustibles fósiles son estas fuentes industriales que condicionan
de manera decisiva la calidad del aire. Asimismo, el transporte aéreo
y marítimo desempeñan también un papel importante en la calidad
del aire del entorno de aeropuertos y puertos.
El
informe de Ecologistas
en Acción concluye
también que “la contaminación del aire deberían se tratado como
un problema de primer orden”. Sostienen que cada año se registran
unas treinta mil muertes prematuras en el Estado español por
afecciones derivadas de la contaminación del aire. Para el Instituto
de Salud Carlos III, diez mil de ellas fallecen en episodios de alta
contaminación como los registrados a finales de febrero y junio y a
mediados de julio de 2019. A su vez, señalan que “los costes
sanitarios derivados de la contaminación atmosférica representan al
menos cincuenta mil millones de dólares al año, un 3,5 % del
Producto Interior Bruto (PIB) español”.
Ustedes
perdonen, pero que volver a esta vieja normalidad, como que no…
¿verdad?
1 comentario:
Debería ser que no, pero me temo que sí. No aprendemos, en esto ni en otras cosas, ni con pandemias. Cosas de la condición humana. Una pena.
Publicar un comentario