No
se ha lucido el senador de Vox, Francisco José Alcaraz, al negarse a
firmar la declaración institucional que pretendía, tras el
devastador incendio ocurrido en Gran Canaria, orientar de forma
conjunta, en la atención “de manera prioritaria a la gestión
forestal y la planificación territorial, con el fin último de ser
cada vez menos vulnerables frente al fuego”. Ese empecinamiento
negacionista a cuenta del cambio climático le llevó, además, a no
reconocer el apoyo a los damnificados. Entre la ceguera y el absurdo,
¿con qué quedarse? Los matices posteriores del senador, tratando de
reparar el daño, evidenciaron que ni estudió a fondo el contenido
de la declaración -para cuya aprobación es indispensable la
unanimidad de los grupos parlamentarios- ni midió la consecuencias
de la postura.
Sobre
todo, porque, desmemoria aparte, esta negativa es de las que será
recordada siempre, en cualquier momento, en cualquier debate. El
representante de la ultraderecha en la Cámara Alta, por tanto, ha
puesto en el debe de su formación política una determinación con
la que tendrá que cargar para los restos cada vez que se revuelva el
patio. Sobre todo, en Canarias. Un estigma, poco menos.
Por
supuesto, tienen orientaciones y decisiones más graves pero esta, al
calor del suceso, entraña una falta de sensibilidad considerable.
Que alguien le ponga al senador Alcaraz las imágenes de la cadena
humana en la playa de Las Canteras cuando se despedían los
hidroaviones, a ver si entiende lo que es sentido de gratitud.
¡Ah,
no! Para él y los suyos es más fácil negar las evidencias del
cambio climático y, de paso, exonerar al presidente Bolsonaro
mientras arde la Amazonía.
Sí,
una negativa absurda. Ya la sufrirá en sus propias entretelas
políticas.
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