La
entrada del pasado 2 de julio, a propósito de la exposición
organizada por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias
(IEHC), titulada La
Virgen del Carmen y el Puerto de la Cruz y
comisariada por 'Lhorsa arte&eventos', destacaba valores que
enriquecían los conocimientos referidos a la procesión
marítimo-terrestre de la imagen de la Virgen del Carmen. Un
laudatorio rigor histórico -escribimos. Era el anticipo de otras
iniciativas que han de brillar, se supone, con motivo del centenario
de la primera embarcación: “Que está ahí mismo: en 2021”. La
portada de La
Gaceta de Tenerife, de
2 de julio de 1921, anuncia, en efecto, la primera embarcación,
llevada a cabo en fechas posteriores. Durante la transmisión que
efectuó RadioTelevisión
Canaria el
pasado 16 de julio hicimos hincapié en el hecho: probado
documentalmente, que cumpla cien años merece un reconocimiento y una
conmemoración a la altura de su significado religioso y social.
Ya
pusimos a prueba la trascendencia en 2004, cuando el pleno del
Ayuntamiento aprobó por unanimidad una propuesta del Grupo Municipal
Socialista para incoar expediente de Declaración del Bien de Interés
Cultural (BIC) a favor de la procesión de la Virgen del Carmen. El
texto del acuerdo era el siguiente:
In
me gratia omnis vitae et veritatis,
in
me omnis spes vitae et virtutis
“La
procesión de la Virgen del Carmen que, cada mes de julio, recorre
buena parte del centro del municipio y de su franja litoral
acompañada por miles de devotos, constituye una de las más
singulares expresiones de fervor del pueblo portuense.
La
admirada
imagen,
bendecida
y
entronizada
en
1954,
es
obra
del
escultor
Ángel
Acosta
Martín,
Hijo
Predilecto
de
la
ciudad.
Antiguamente,
era
venerada
otra
imagen,
de
media
talla,
original
del
orotavense
Fernando
Estévez
Sacramento.
Algunos
estudiosos
señalan
que la
Virgen
del
Carmen
permaneció olvidada
en
la
parroquia
de
Nuestra
Señora
de
la
Peña
de
Francia
alrededor
de
dos
centurias.
Cuentan
que
el
devoto
pueblo
marinero
del
Puerto
de
la
Cruz
corría
enfervorizado
a
tributar
sus
plegarias
y
respetos
a
la
venerable
Virgen
del
Carmen
que
se
encontraba
en
Los
Realejos.
Hasta
que
allá
por
el
año 1925,
el
padre
claretiano
Antolín
Fernández
se
dirigió
a
marinos
y
pescadores:
-Nada
de
desplazamientos
hacia otros
pueblos
alejados
de
los
azares
del
mar.
Existiendo
entre
nosotros
la
imagen
de
nuestras
fervorosas
devociones,
a
ella
tenemos
todos
que
acudir
a
rogarle
que
nos
conceda
su
gracia.
En
el
programa
anunciador
de
las Fiestas
de
Julio de
1963,
sobre
este
particular,
puede
leerse:
"Y,
convenciendo
así a
los
numerosos
feligreses
de
esta
parroquia
del
Puerto
que
era
sobre
el
mismo
mar,
y
no
en
la
lejanía
de
los
campos,donde
había
que
rendir
tributo
y
veneración
a
los
milagros
de
la
Santísima
Virgen
del
Carmen
(el
padre
Antolín
Fernández)
hizo
parar
la
corriente
hacia
aquel
pueblo
y
concentrar
en
los
propios
sitios
del
peligro
los
ruegos
a
esta
divinidad,
que,
arrostrando
los
peligros
de
sus
fieles,
prestigió
con
el
ejemplo
de
embarcarse la
confianza
y
la
fe
inquebrantable
que se
hace
en
su
poder
milagroso”.
Desde
entonces,
se
acumulan
los
testimonios
que
exaltan
la
jornada
marinera
por
excelencia.
Algunos
de
ellos,
de
gran
belleza
literaria,
serán
valiosísimos
soportes
de la
finalidad
que
se
pretende
con
esta
iniciativa.
El
profesor
portuense
Cándido
Chaves,
por
ejemplo,
escribe:
“Para
los
marinos,
la
Virgen
del
Carmen
sintetiza
todo
lo
grande,
todo
lo
santo,
todo
el
poder,
todo
el
amor.
Así,
cada
día,
poniendo
en
ella
su
fe
cristiana,
le ofrenda sus plegarias, su destino, su vida sobre la barca frágil.
Cada
año
quiere
festejarla,
ensalzarla,
conducirla
sobre
sus
hombros,
como
para
patentizare
su
sumisión,
su
cariño
y
su
fe.
Quiere
decírselo
a
gritos,
ante
todo
el
mundo.
Quiere
volcar
el
alma
a
sus
pies.
Anhela
que
visite
su
campo
de
acción.
Desea
que
posea
su
potestad
de
Reina
sobre
las
aguas
del
océano
donde
cada
día,
cada
noche
oscura,
el
pescador
arriesga
su
vida
para
poder
llevar
el
pan
y
procurar
el
sostén
a
su
familia.
De
estos
anhelos,
de
este
afán,
nació
el
acto
procesional
sobre
las
olas
que,
año
tras
año,
figura
en
el
programa
de
las fiestas
de
verano
del
Puerto
de
la
Cruz".
Del poeta icodense Emeterio
Gutiérrez Albelo, esta frase:
"... Con sus procesiones, que
parecen navegar en oleadas de perfumes, se abre este pueblo en la
doble, simbólica realidad de su nombre: Puerto de la Cruz".
El escritor y periodista español
César González Ruano, en 1953, escribe que desea visitar de nuevo
nuestra ciudad "... para poder asistir, sobre todo, a la
procesión marítima y carmelitana, para presenciar el paso de sus
imágenes por el típico barrio de San Felipe".
Félix de Montemar, ese mismo año,
consagra una exclamación característica e impregnado del más puro
espíritu de los marineros portuenses, al describir el alborozo y el
comportamiento de quienes cargan y acompañan la imagen, señala:
“Y
como la Virgen tiene más talento que todos los hombres juntos, ella
nos entiende y no se ofende. Así se tranquilizan y bailotean a la
Virgen marinera, desde la iglesia hasta las orillas del agua,
festoneadas por espumas que son galas del desposorio del soberano
Atlante con la excelsa novia del mar. Con este gozo, marineros y
pescadores, en el Puerto de la Cruz radicantes, o de llegados al
efecto, todos han recorrido por sus calles de Mequinez y San Felipe
-y su barrio de La Ranilla es júbilo- y ahora gritan:
-¡Mayitas, Virgen del Carmen,
mayitas!".
Del
inolvidable poeta gomero, Pedro García Cabrera, estos versos
alusivos:
"Del
Puerto, toda la mar y la inquietud de las olas. Y
ya
no tiene el cantor más redondas caracolas”.
Pero,,
posiblemente,,
nadie
como
el
escritor portuense
Sebastián
Padrón
Acosta
plasmó
con
tanta
belleza
lírica
las
emotivas
imágenes
que
la
procesión
le
sugiere
en
su
trabajo
titulado
“La
cúpula
del
crepúsculo":
"... Los marineros se
alborozan y lanzan al aire su rudo lenguaje, henchido de vehemencias.
La tarde se torna idílica, mística, angélica. Es que bajo el palio
azul, incendiado, la Virgen del Carmen navega sobre rutas de raso,
sobre sedas de espumas. El momento es de ternura infinita, celeste.
Los viejos lobos, hechos de bronces, son ahora de lágrimas y saludan
a la Reina del mar, que sonríe desde su trono de espumas. El oro
solar se licúa en nimbos, en aureolas. Todo parece desrealizarse en
la magnificencia del crepúsculo, acaso de oro viejo de casulla. Las
cumbres, las peñas, los picachos, las llanuras, hasta las piedras
del camino, cobran, súbitamente, resplandores alados. Todo semeja
cristal, ensueño; el crepúsculo diríase que va a romperse como una
enorme cúpula de oro, arcangélica. Nuestra Señora del mar
retorna...".
Este fragmento de Padrón condensa
el significado del acto, la fe de una población, el amor de sus
gentes. La procesión del martes de las fiestas portuenses guarda tal
singularidad que cada año renueva su esencia de manifestación
popular sentida y admirable. Es la tradición por antonomasia, la
idiosincrasia de un pueblo, la expresión de sus creencias y de sus
anhelos en torno al santo hábito y escapulario, símbolos de norma y
vida carmelitana.
Estamos, pues, ante un hecho que
constituye un testimonio sin igual de la cultura portuense e insular.
Un hecho acreedor de la debida protección y tutela, siempre con el
ánimo de enriquecer aquélla, de cultivarla, de prolongar las
costumbres y de transmitir cuantos valores arraiguen y configuren la
personalidad de una comunidad.
Se trata, por tanto, de acogerse a
disposiciones legales que posibiliten un mejor conocimiento, en todas
sus vertientes, históricas y futuras, de la procesión de la Virgen
del Carmen del Puerto de la Cruz.
En este sentido, al amparo de lo
dispuesto en los artículos 17 y siguientes de la Ley 4/1999, de 15
de marzo, de Patrimonio Histórico de Canarias, se propone que el
pleno adopte acuerdo del siguiente tenor:
1o) Instar al Excelentísimo
Cabildo Insular de Tenerife a que inicie la incoación del expediente
para la Declaración de Bien de Interés Cultural a favor de la
procesión de la Virgen del Carmen del Puerto de la Cruz.
2o)
Facultar
al
alcalde-presidente
para
que diligencie
lo
que
proceda
en
orden
al
cumplimiento
de
este
acuerdo.
El
Excmo.
Ayuntamiento
Pleno,,
estimando
dictamen
que
sobre
el
particular
ha
emitido
la
Comisión
Informativa
de
Cultura
e
Igualdad
de
Oportunidades,
acuerda,
por
unanimidad,
la
estimación
de
esta
Propuesta,
en
los
mismos
términos
en
que
viene
redactada”.
Sin embargo,
no ha habido suerte con esa voluntad del pleno de la institución,
con seguridad, una interpretación que sería ampliamente respaldada
por el pueblo portuense. Hay que verificar si se ha producido alguna
resolución de organismos competentes, siquiera en sentido negativo.
La Federación Portuense de Asociaciones de Vecinos (FPAV) manifiesta
que no se realizaron posteriormente las acciones consignadas en el
acuerdo plenario. El 16 de febrero de 2009, la propia FPAV registró
un escrito en el Ayuntamiento solicitando que se iniciara el referido
expediente. Y ahora, el 26 de julio pasado, insiste con otro escrito
en el que solicita que se reinicien las gestiones consecuentes para
lograr esa Declaración BIC.
Pero ahora no
es cuestión de pugnas sino de reactivar. Precisamente, cuando el
consistorio acaba de manifestar su propósito de desatascar
expedientes y acuerdos pendientes, procede retomar los antecedentes y
tratar de impulsar, ante la conmemoración de un centenario, una
Declaración cuyos efectos posteriores han de ser necesariamente
positivos. Sería el mejor regalo para la Virgen y el fervor de un
pueblo.
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