Cada
vez más expuestos a la desnaturalización, a la deformación, a las
falsedades. Ahora empiezan a servir bulos y paparruchas a la carta en
formato de video. Es una variante sofisticada, con apoyo de imágenes
manipuladas, cercanas al cien por cien de realismo, casi imposibles
para el más diestro. Los riesgos de desinformación aumentan sin
límite.
Son
los videos 'deepfakes', un término que toma su nombre de las
palabras deep
learning (aprendizaje
profundo) y fake
(falso).
Según explica el abogado, experto y mediador español Luis Menéndez,
se trata de una técnica que utiliza la inteligencia artificial (IA)
para combinar imágenes o videos de la cara de una persona y
superponerlos en otra, “de forma que esta diga cosas que no ha
dicho o haga gestos que no ha hecho. El resultado es un video falso
pero tan realista que el ojo no percibe que es un montaje”.
Los
timbres de alarma ya han sonado en ámbitos políticos. Estamos ante
alteraciones inteligentes de la imagen. Satirizar, desprestigiar y
desinformar son objetivos sobre el papel fácilmente alcanzables. Ya
se comprobó recientemente en Estados Unidos, donde la mismísima
presidenta de la Cámara de representantes, Nancy Pelosi, fue víctima
de un montaje con videos en los que parecía que tenía dificultades
para expresarse: titubeaba y tartamudeaba hasta parecer ebria en
algunas fases. Los autores no habían empleado la dichosa IA, de ahí
que el montaje no tuvo la condición de 'deepfake', por lo que los
medios prefirieron hablar de 'cheap fake' (falsificación barata). Y
es que hacer un 'deepfake' persuasivo requiere invertir horas y
destreza en la utilización tecnológica, frente a esos otros
formatos más sencillos o menos sofisticados, casi siempre
consistentes en capturas de pantalla, audio o video.
En
cualquier caso, todo da a entender que estamos ante una nueva y
preocupante forma de desvirtuar la información y, más
concretamente, las apariciones públicas de políticos o
protagonistas de la actualidad. Las intenciones de satirizar o atacar
a rivales son tentadoras y malo para todos si terminan convirtiéndose
en una metodología habitual. Habrá que aguardar a la eficacia de la
contra:
de
hecho, algunas universidades e institutos tecnológicos avanzados ya
experimentan con un software
de
inteligencia artificial, denominado fakeapp,
que
podría ser utilizado por otro tipo de organizaciones o personas a
título individual, capaz -y sigue sin agotarse la capacidad de
asombro- de trasplantar imágenes de una persona en el rostro de
otra, ¡como quien pone una careta!
Y
otra investigación, la del ingeniero de programación Philip Wang,
titulada 'thispersondoesnotexist.com', consistente en crear o
inventar rostros de personas que no existen a partir de imágenes
reales, gracias, nuevamente, a la inteligencia artificial. Por ahora,
son imágenes estáticas con fondos desenfocados pero el siguiente
paso es proporcionarles movimiento.
De
verdad, no es cine ni ficción. Los montajes, cualquier montaje,
aparecen cuando menos se espere. Atentos, porque caer en las trampas
de la desinformación, por lo que se intuye, es bastante simple.
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