Ojalá
se resuelva cuanto antes la crisis del barco 'Open Arms'. Por el bien
de todos, pero principalmente por el de los ciento cuarenta y siete
migrantes procedentes de Libia que naufragaron en el Mediterráneo.
Tiene que ser desesperante ir a bordo sin saber dónde atracar. El
barco a ninguna parte, como aquel célebre titulo del libro de la
escritora neoyorquina, Rona Arato. Ahora se está a la espera de una
resolución de la Comisión Europea para que varios países de la
Unión acojan proporcionalmente un número de refugiados.
La
cuestión de fondo sigue siendo la misma: seres humanos que huyen de
los conflictos, del hambre y de la miseria en busca de una
oportunidad, así tengan que jugarse la vida. Y eso pasa por los
“servicios” de redes criminales que obran sin escrúpulos,
ofreciendo transporte, alojamiento, documentación e informació
fraudulenta sobre puntos de contacto en otros países. El gran reto
para España y la Unión Europea (UE) sigue siendo atacar y destruir
el núcleo de las mafias que trafican y que deben estar bien
blindadas: se sabe poco de ellas -¿se investigará sobre el
particular?- y continúan operando con bastante impunidad. La Europol
advierte que el contrabando de migrantes se ha convertido, según
leemos, en una de las actividades delictivas más rentables y
sofisticadas, comparable con el mercado de las drogas. Así que,
tremendo negocio. Solo en 2016 se registraron más de quinientos diez
mil criuces fronterizos ilegales en la UE.
Y
ya que andamos con cifras, estos datos del ministerio del Interior de
España son ilustrativos de la dimensión del problema: entre el 1 de
enero y el 16 de junio del presente año, entraron en España once
mil cuatrocientos nueve migrantes iregulares, un 15 % menos que en el
mismo período de 2018. La mayoría, ocho mil ochcocientos treinta y
cuatro, accedieron al país por vía marítima.
A
estos números, hay que sumar las víctimas mortales. La Organización
Internacional para las Migraciones -aún señalando las dificultades
de todo tipo para su contabilización- habla de un número de muertos
y desaparecidos en el Mediterráneo verdaderamente escalofriante: en
2015, tres mil setecientas ochenta y cinco personas; un año después,
cinco mil ciento cuarenta y tres, o sea, un aumento del 36 %.
Mientras
los gobernantes parecen no querer asumir la entrada de migrantes y
los problemas derivados, mientras la propia UE no sabe muy bien qué
hacer, las razones humanitarias pierden peso. Hay que combatir las
mafias y las redes criminales que trafican con seres humanos
indefensos. Esta es la prioridad. Antes de embarcar.
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