¡Cielos!
Se cumplen hoy veinticinco años de aquella moción de censura
perpetrada en julio de 1995 en el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz
y que nos tocó padecer en primera persona. ¡Cómo pasa el tiempo,
desde luego! Y la de cosas que han pasado después de aquel hecho: el
ejercicio de distintos cargos públicos, la estancia en distintos
destinos, la pérdida de compañeros y personas que compartieron
afanes, determinaciones que tuvieron su significado y su importancia
en la interpretación de la realidad, alegrías y sinsabores… La de
cosas que han pasado desde entonces, desde aquel 14 de julio de 1995.
Hubo
elecciones locales el 28 de mayo de aquel año. Ganó el PSOE, que
obtiene nueve actas de concejal, seguido del PP, encabezado por
Antonio Castro Fernández, con seis. En tercer lugar, Coalición
Canaria (CC), con Marcos Brito Gutiérrez al frente y cinco
concejales. Completaba la nueva corporación (veintiún ediles, en
total) Salvador González Movilla que era cabeza de lista por
Izquierda Unida Canaria (IUC).
El
sábado 17 de junio se constituyó la nueva corporación. González
Movilla apoyó nuestra candidatura. PP y CC se abstuvieron. Accedimos
a la alcaldía pero tal abstención era señal clara de que algo se
fraguaba. Hoy, con sentido de perspectiva: es como si en aquel
momento los abstencionistas, luego censurantes, por las razones que
sea, no se hubieran atrevido a materializar su decisión. Acaso les
pareciera demasiado o temían una reacción popular desfavorable.
Pocas
semanas semanas después, el 10 de julio, los ediles de PP y CC
registran en el Ayuntamiento el texto de la moción de censura, en el
que se propone a Marcos Brito Gutiérrez como alcalde. Curioso: el PP
había obtenido mil cien votos más y un concejal más que CC, pero
pactaron que la alcaldía fuera para Brito. Desde luego, un error
político del que tardaría mucho tiempo en recuperarse el partido
conservador.
Consultamos
la normativa de plazos con el secretario del Ayuntamiento, Santiago
Díaz Baeza, y decidimos convocar la sesión para el 14 de julio,
viernes. Llamamos a Brito personalmente: fue el primero en saberlo y
lo agradeció posteriormente, en el pleno, cuando reconoció la
deferencia con que le habíamos tratado en aquellos días ajetreados
en los que la institución y la ciudad iban a vivir un hecho
completamente inusual.
Así
que llegó aquella fecha, precedida de innumerables reuniones y
consultas. Lleno a rebosar en el salón de plenos, con un calor
insoportable. Había ánimos caldeados, por supuesto, entre
partidarios y detractores, simpatizantes y afiliados. El pleno se
inició a las once horas y seis minutos. Fue un debate tenso e
intenso, en algunos momentos, pero, en general, respetuoso. Juan José
Acosta, portavoz socialista en aquella ocasión, tuvo una
intervención memorable. La nuestra, ya con la suerte echada, comenzó
con una pregunta que suscitó murmullos en el auditorio.
Deliberadamente, dejamos pasar unos segundos: “Aunque parezca
pueril, tengo que preguntarme: ¿Y por qué me censuran?” Brito,
después de haber leído su discurso de investidura, levantó la
sesión a los dos y cuarto de la tarde.
Entre
los espectadores, sentados en las primeras filas, recordamos a José
Miguel González y Ángel Marrero, de CC; José Segura y Augusto
Brito, del PSOE.
Cuando
se dio a conocer el resultado de la votación, que planteamos fuera
secreta, como corresponde al principio democrático universal de
elección y destitución de cargos y así se contemplaba en el que
aún debe estar vigente Reglamento de Organización y Funcionamiento
(ROF) de las entidades locales, sin que fuera atendida nuestra
petición, hubo momentos de máxima tensión. Aplausos, gritos y
reproches cruzados. El secretario apremió para poner punto final.
“Espera a que esto se calme para que el alcalde pueda tomar
posesión con normalidad”, replicamos. Así se hizo.
Para
la historia quedan un discurso de censurado que un profesor de la
Universidad de La Laguna, Eduardo Pintado, expuso como materia de un
ejercicio práctico a sus alumnos, el acta de una sesión histórica
y vivencias políticas y personales que forman parte de las memorias
que quizá algún día vean la luz.
Se
ha cumplido ya un cuarto de siglo de aquellos hechos. “No es ayer.
Todo parece que fue ayer. Es porque el tiempo vuela y no se frena. Y
se va y se va…”, que cantara Café Quijano.
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