Las
elecciones generales de 16 de abril de 1899 en España fueron
convocadas en la minoría de edad de Alfonso
XIII,
siendo regente su madre María
Cristina de Habsburgo-Lorena.
Su base legal fue la Constitución
española de 1876,
vigente hasta 1923
en
la conocida como Restauración
borbónica en España.
En
base al “Pacto de El Pardo”,
de
24 de noviembre de 1885, quedó instituido el sistema de turnos
pacíficos en ejercicio del poder entre liberales y conservadores,
que consolidó la Restauración
hasta
finales del siglo
XIX y
principios del XX.
El
26 de junio de 1890
el
gobierno liberal-fusionista reimplanta oficialmente el sufragio
masculino en
la legislación
electoral.
El 10
de diciembre de
1898,
con
la firma del Tratado
de París de 1898,
finaliza
la Guerra hispano-estadounidense y España perdía las colonias de
Cuba,
Filipinas,
Puerto Rico y Guam;
más tarde venderá las islas del Pacífico en el Tratado
germano-español en
1899. El 4
de marzo de 1899 cae
el gobierno de Sagasta,
dando comienzo el nuevo turno conservador dirigido
por Silvela.
El
16 de marzo de 1899,
siguiendo
el proceso de normalización,
conforme
a lo pactado entre las principales fuerzas políticas, se procedió a
la disolución de las Cámaras y a la convocatoria de elecciones
legislativas.
Sirvan
estos antecedentes, tomados de Wikipedia,
para
situarnos en el Puerto de la Cruz del 5 de agosto de 1989, cuando
un grupo de treinta y seis vecinos, elevaron un escrito al
Ayuntamiento para que “...en conmemoración de la nueva fase
político-legal-administrativa que ahora empieza para nuestro
municipio, acuerde las sustituciones de los nombres de la calle
Quintana, por el de Vida Nueva; la de San Juan por Tomás de Iriarte;
la de la Iglesia por Narciso Piñeiro y plazuela Concejil por
plazuela de Víctor Pérez.
Era
claro que Vida Nueva respondía al espíritu de innovación y reforma
de aquella época. Además, era la expresión de los grandes anhelos
sentidos por amplios sectores del pueblo “para quebrantar los
moldes gastados de las sociedades caducas y de los organismos
estériles”, según escribió el que fuera cronista oficial del
municipio, Nicolás Pestana Sánchez.
La
corporación local no tomó en consideración esta propuesta vecinal.
Meses más tarde, el 18 de enero de 1900, el Ayuntamiento nombró una
comisión que habría de elaborar un informe razonado acerca de las
nuevas denominaciones que llevarían plazas y calles del pueblo. La
comisión cumplió con su cometido y a punto de concluir el año
siguiente, el 19 de diciembre de 1901, adoptó un acuerdo que
resumimos y del que transcribimos algunos párrafos:
1º
Que existiendo todavía en la calle Venus la casa en que nacieron los
Iriarte, honra de las letras patrias y de este pueblo, debe
sustituirse el citado nombre por el de Iriarte.
2º
Que habiendo sido el primer alcalde elegido por el pueblo, en
cumplimiento de una Real Orden expedida por Carlos III en 1772,
Nicolás Blanco, que se hizo notable por la originalidad de sus
justicias, así como por la generosidad que acreditó empedrando a su
costa, la calle de Las Cabezas, desde su cruce con la de Venus hasta
la Capilla de la Cruz, debe darse el nombre de Blanco a la mencionada
vía desde su comienzo de la plaza de la Constitución hasta la
indicada Capilla de la Cruz, conservando el nombre de Las Cabezas el
resto de la vía (De este particular se deduce que, en principio, que
Las Cabezas partía de la plaza del Charco, entonces de la
Constitución).
3º
Que habiendo vivido en la calle del Castaño Domingo Nieves Ravelo,
en casa de su propiedad, que llegó a ser de los herederos del Conde
de Siete Fuentes, se propone sea honrada la memoria de este Hijo
Ilustre del Puerto, alcalde durante la desastrosa epidemia de 1811,
en la que acreditó su ardiente caridad y su abnegación extrema,
otorgando a la citada calle el nombre de Nieves Ravelo.
4º
La calle La Soledad (desde las actuales San Juan a Benjamín J.
Miranda) pasó a denominarse Luis de la Cruz, pintor de cámara de
Fernando VII que había dirigido la escuela de dibujo del Real
Consulado de la ciudad de La Laguna. Los méritos del artista se
reflejan en retratos al óleo y en miniatura que hizo de príncipes y
reyes así como los cuadros representando la vida de Jesucristo que
adornan el retablo del Gran Poder de Dios en la Peña de Francia.
5º
Un insigne portuense, el ingeniero Agustín de Bethencourt y Molina,
cuyos restos descansan en San Petersburgo, tiene también su calle
entre Santo Domingo y Cupido. Sustituye en el callejero a la rotulada
como calle de La Oposición.
6º
“Proponemos (dice el acuerdo de la comisión) que la calle de la
Iglesia lleve el nombre de Esquivel”, en reconocimiento al que
fuera párroco Manuel Esquivel, con cuyo donativo fue construida en
aquellos años la torre de la iglesia de la Peña. “Señaló desde
el altar los espléndidos y luminosos horizontes dela virtud y del
bien”, dice la propuesta.
7º
La contribución a la vida municipal de Tomás Cologan, que fue
alcalde del municipio, especialmente en el impulso dado a la dotación
de alumbrado público y construcción de aceras, fue merecedora de
que el apellido le fuera dado a otra de las vías céntricas de la
localidad.
8º
Aquel quien con toda propiedad pudiera decirse que elevó un
monumento a su patria, al escribir su “Historia de las Islas
Canarias” y otras varias obras de indiscutible mérito, ha prestado
tantos servicios a la cultura de nuestro país, no necesita que
nosotros le honremos consagrando un recuerdo a su memoria. Somos
nosotros los que necesitamos honrarnos recordando a las generaciones
presentes y venideras que vivió y se educó en nuestro pueblo José
de Viera y Clavijo. La plaza de Martiánez, desde entonces, lleva su
nombre.
9º
Por último, un canario que es gloria española, el inmortal autor de
los Episodios Nacionales y de tantas obras literarias relevantes,
traducidas a muchos idiomas, Benito Pérez Galdós, es también
distinguido con el nombre de la plaza ubicada en el sector
Mequinez-La Ranilla que conserva su nombre desde entonces
(Popularmente es conocida como plazoleta y también la placeta).
La
propuesta fue suscrita por los señores Agustín Estrada y Adolfo
Pérez quienes hacen constar que los nombres de las calles y plazas
del Puerto de la Cruz deben “vulgarizar el conocimiento de los
todos los elementos de riqueza y cultura que influyeron poderosamente
en su creación y desarrollo”.
2 comentarios:
Sabes tanto...aprendo siempre. Gracias por rys reflexiones.
Muy interesante Salvador. Quedaría bien reflejar estas historias en algún lugar de las calles.
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