No
va a ser fácil despejar las incertidumbres turísticas. La
incipiente recuperación se ha visto frenada en cuestión de horas o
de días y la desmoralización ha vuelto a cundir en el sector, al
que le queda el desahogo contra los políticos como uno de los
escasos recursos. Como si los políticos estuvieran interesados en
que prosiguiera el caos y la industria se autodestruyera.
Claro
que no es así. Pero también se entiende la desazón de los
emprendedores, de los empresarios y de los profesionales que van
acumulando reveses y se han estancado en el túnel porque no hay luz.
Lo
ocurrido entre el sábado pasado y ayer pone de relieve, con noticias
que eran adversidades y alimentaron la confusión, a partir de las
recomendaciones de los gobiernos del Reino Unido y Alemania de no
viajar a España –y el de Francia a Catalunya- dadas las incógnitas
que despertaban los rebrotes de la COVID-19, la necesidad de moverse
con prontitud y diligencia, procurando evitar la precipitación e
incurrir en actitudes negativas extremas que en nada contribuyen a la
búsqueda de soluciones que dependen de muchos factores y de algunas
decisiones que no son fáciles de tomar en climas de presión,
tensión y confusión. Ingleses y alemanes tienen cultura de
vacaciones, hacen sus reservas con notable antelación. Luego hay
que desbloquear los procedimientos y los trámites hasta su asiento
en el avión y su llegada al hotel.
Habrá
que ir fijando la interlocución. Se comprende que cada quien quiera
las soluciones más favorables para su ámbito pero hasta ese es uno
de los factores que complican las alternativas. Los sectores público
y privado están condenados a entenderse porque las circunstancias
así lo requieren y hay mucha gente que necesita orientación para
saber hacia donde guía los pasos. Nadie se opone a la libre voluntad
de asociarse para la defensa de intereses sectoriales y
empresariales, para tratar de ganar peso en las coordenadas donde se
libran disputas de intereses, para participar, en fin, en cualquier
controversia, pero llega un momento en que es necesario sacrificar lo
que sea, renunciar a lo que sea con tal de unificar criterios para
defenderlos ante quien proceda y saberlos defender.
La
iniciativa de constituir un grupo representativo que, programa en
mano, viaje al Reino Unido, se entreviste y se reúna con distintos
ámbitos institucionales –también con las compañías aéreas, no
se olvide- para hacer ver que la realidad insular es distinta y que
invita a establecer excepciones, es plausible pero requerirá una
coordinación exquisita. Solo la unidad de acción será una palanca
de persuasión y garantizará el éxito.
Por
lo demás, no hay que dar muchas más vueltas: hasta que lleguen las
vacunas, hay que extremar las medidas de cautela --¿es tan difícil
homogeneizar la realización de los tests?- e insistir con las
autoridades locales para la estricta aplicación de las medidas
correspondientes, que mucho de irresponsabilidad y de negligencia en
sectores de la población civil hemos visto desde que acabó el
confinamiento.
No
hay tiempo que perder. Pero hay que ser operativos. Sabiendo lo que
se necesita y lo que se quiere. He ahí el secreto de esa
interlocución firme y sólida, antes que entretenerse echando culpa
a políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario