En
Cinco
herramientas para la recuperación de la industria hotelera, un
documento elaborado por la consultora ‘Cusham & Wakefield
Hospitalilty’, se consigna que el presente ejercicio, a la hora de
hacer balance, será muy complicado, una especie de travesía del
desierto para el sector alojativo. El hecho de que la reanudación de
la actividad no solo se haga lentamente sino en un contexto de muchas
incertidumbres acentúa los rasgos sombríos de las previsiones a
corto y medio plazo.
La
crítica situación financiera de los establecimientos hoteleros
asienta en tres factores: la caída de ingresos, la devolución de
los créditos ICO y la morosidad en el pago por parte de algunos
turoperadores. Eso hará del segundo semestre del año un período
muy crítico en el que algunos propietarios o gestores hoteleros
habrán de tratar, sí o sí, de aplazamientos de alquileres,
reducciones de renta para el año próximo y renegociación de las
condiciones concertadas o contratadas aún vigentes.
El
documento Cusham, en cualquier caso, sugiere algunas alternativas
para hacer frente a la delicada coyuntura y procurar efectos
positivos que mantengan los niveles de solvencia y competitividad de
la industria hotelera española. Una de ellas, desde luego, es el
logro de la continuidad ocupacional y empresarial, supeditado al
apoyo que en estos momentos reciba el sector en proporción a la
correspondencia con el peso de la actividad del Producto Interior
Bruto (PIB) y el empleo, que está próxima al 15 % en el conjunto
del Estado y varios puntos más en determinadas comunidades como las
del Mediterráneo, Baleares y, por supuesto, Canarias. Empresarios
veteranos y otros en activo coinciden en señalar que este apoyo se
debe traducir en un margen de flexibilidad a la hora de aplicar los
Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) por lo que queda
de año pues la recuperación, como también se reconoce en este
documento, “dependiendo del contexto, no comenzará hasta 2021”.
Otra
de las herramientas perfiladas en la investigación alude a la
promoción y oferta turística. Opinan sus promotores que la
inteligencia que aportan los datos ofrece una oportunidad excelente
para entender al viajero y redefinir o reposicionar destinos y
productos en caso de que sea necesario. Los sectores público y
privado vuelven a estar condenados a entenderse para la consecución
de los objetivos que saltan a la vista. España es un país con
grandes atractivos, con una gran variedad de modalidades más allá
de sol y playa. Habrá servido de algo, ¿no?, la experiencia
acumulada en años de liderazgo y de récords para impulsar y
acelerar la recuperación.
Pero
todas estas formulaciones no se podrán materializar si la movilidad
no está garantizada. Este cuarto eje se configura en el documento
como una exigencia. Y nos parece bien: los protocolos para
aerolíneas, transportes marítimos y terrestres así como para
viajeros han de ser claros, uniformes o idénticos en el espacio
Schengen, con el fin de facilitar el control y la trazabilidad en
todo momento. En algunos países hay cultura de viajes, de vacaciones
y de desplazamiento pero con los efectos del virus (COVID-19) aún
coleando, se trata de afrontarla con la máxima seguridad de
movilidad.
La
competitividad, por cierto, generará retos como los posibles cambios
de uso en establecimientos hoteleros orientados a nuevos formatos. Y
como dijimos, la renegociación de rentas y las transacciones en la
compraventa de activos, teóricamente, estimularán el interés de
propietarios, con repercusión en el mercado inversor hotelero,
determinante para operaciones de fusión de marcas y para la
continuidad empresarial de operadores y gestores hoteleros.
Otro
estudio más para contrastar, en plena travesía del desierto, qué
rumbo afrontará la industria hotelera y cómo puede superar esta
etapa crítica. Pero que habrá cambios, seguro.
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