Manuel
Herrador Calatrava publica su primer libro, Manual
de oratoria Sin secretos, si arte, sin prisas, sin magia… (Rubric),
una obra prologada por José Carlos Alberto Pérez-Andreu que ve la
luz con clara vocación de convertirse en una eficaz herramienta de
consulta y estudio para cualquier profesional, al resultar fruto de
una experiencia formativa de casi tres décadas de investigación y
docencia en conceptos tales como la oratoria, la comunicación
pública y la locución profesional audiovisual.
Un
libro necesario, muy válido para enriquecer la formación
profesional a partir del ejercicio práctico ante el micrófono, el
atril o la tribuna. Escrito, además, tal como se indica en el
subtítulo para meterse de lleno en una materia, “sin secretos, sin
arte, sin prisas y sin magia”. Ya el título del primer capítulo
invita a leer o descubrir pues escribe el autor que “No se precisan
dones, sino conocimiento”.
Y
así, a lo largo de otros veintitrés fragmentos y un sustancioso
epílogo, va desglosando los secretos y los frutos que permitieron a
Herrador, actual doctorando en Ciencias Sociales en la Universidad de
La Laguna, recorrer “un excitante camino de experiencias
comunicativas”.
No
en vano han sido veinticinco años de una trayectoria profesional
dedicada a la formación y al ejercicio activo de la comunicación
periodística en general y de la oratoria y la locución audiovisual
en particular. El autor intenta –y lo consigue- contagiar su pasión
por la palabra, el sonido y el mensaje hablado. El autor se dirige al
lector invitándole a desarrollar con aprovechamiento las
recomendaciones y sugerencias que ha ido madurando al calor de su
examen cotidiano ante una comparecencia pública, en la que todo
importa: la gestualidad, la entonación, la memoria, la dicción, la
inflexión y algo tan importante como la capacidad de improvisación,
especialmente cuando haya que saltarse el guión.
Y
es que Manuel Herrador Calatrava también dedica un capítulo al
silencio, “la bella pieza que debemos manejar a discreción”, eso
sí, sin abusar, “sin potenciarla más de lo que el momento y el
concepto textual requiera”. El autor es tajante cuando señala al
silencio “como de aplicación obligada a nuestras intervenciones
públicas con absoluta seguridad de que su función expresivo y el
efecto intuitivo que provoca en quien lo recibe es positivo e
ineludible”.
En
una época en la que hay que saber callar y los silencios entrañan
un valor notorio, las orientaciones de
Manual de oratoria
son muy atrayentes. Pero también otras figuras y otros recursos,
consustanciales con el desempeño del periodista, del comunicador,
del locutor… y del político o profesional que ha de expresarse en
público y ha de poner a prueba su credibilidad misma. Son tan
importantes en ese sentido la muletillas o los tics verbales como los
postulados o principios de lo que no debe decirse públicamente.
En
definitiva, un libro que resulta indispensable para conocer los
secretos de la capacidad de expresión de cada quien en el que se
combinan desarrollos teóricos y ejercicios prácticos. La obra, por
cierto, posibilita el acceso a ejemplos a través de enlaces de audio
en Red.
Con
ellos se lanza, por cierto, a buscar o propiciar la originalidad y,
tal como dice en otro capítulo, la salsa del mensaje.
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