En una calurosa tarde-noche de
junio de 1982, el aprendiz de periodista tomaba sus primeras
declaraciones del nuevo jefe del Cuerpo de la Policía Local,
Francisco Gómez Pérez, recién terminaba su agotadora jornada de
oposición, siendo alcalde Francisco Afonso Carrillo. Se han cumplido
treinta y ocho años de aquel hecho: ahora Gómez disfruta ya de su
jubilación.
Su último acto, presencia en
la Junta Local de Seguridad, acreditó su compromiso. Paco Gómez ha
sido un policía de la democracia, casi cuatro décadas tratando de
dignificar un servicio esencial para la convivencia y la
constitucional protección de las libertades. Gómez decía adiós,
en presencia del subdelegado del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife,
Javier Martín Plata; y del alcalde del Puerto de la Cruz, Marco
Antonio González Mesa, quien le elogió con fundamentos: “Ha
demostrado esa lealtad no solo al oficio sino de forma personal,
convencido de que lo ha hecho también de manera admirable y ejemplar
con quienes han ocupado mi cargo con anterioridad”.
Por algo le hicieron Hijo
Predilecto en 2013, en reconocimiento a su entrega, a su dedicación
y a su profesionalidad. Porque Gómez ha reunido esas virtudes de un
servidor público que no solo velaba por la imagen de la seguridad de
la ciudad sino por la puntualidad y la calidad de las prestaciones
que desde su departamento habría de ofrecer a la ciudadanía. En
muchísimas ocasiones, luchando contra la escasez de los recursos,
humanos y materiales, contra la incomprensión y contra las
dificultades que muchas veces condicionaban la coordinación entre
cuerpos y la propia eficacia. Pero se esmeró, desde luego, para
dignificar el papel y la tarea de quienes velan por la seguridad
ciudadana, de quienes encarnan un cometido primordial, digno de todo
respeto, en una sociedad plagada de amenazas y contingencias.
Paco Gómez dice adiós sin
alharacas, con sobriedad, como corresponde a su forma de ser.
Respetuoso y observador, de sólida formación jurídica, cumplidor
del deber sin dobleces, se ganó el aprecio de sus colegas y de los
responsables de otros cuerpos que encontraron en él, sobre todo, un
colaborador.
Paco
es, pues, un policía de la democracia que puede presumir de lealtad
al haber servido a ocho alcaldes portuenses.
Un
probo servidor público, un policía que ha querido trabajar siempre
con eficacia, con rigor y sin negligencias, con un estricto sentido
del cumplimiento del deber y una actitud consecuente con el carácter
jerárquico de la organización y el método de funcionamiento. Un
policía empeñado en que quienes escogieron tal profesión sean
cercanos, estén pegados a las necesidades o las demandas del pueblo,
compartan sus afanes, les auxilie, les informe y les prevenga, les
haga sentir a los ciudadanos seguros y sujetos activos del Estado de
derecho.
En
este punto final a su trayectoria activa, Gómez recordará, seguro,
al ciudadano Rafael Abreu González quien, unos días antes de
cumplir noventa y nueve años, en abril de 2007, le dedicara
espontáneamente unos versos titulados “¿Quién es él”? Dicen
así:
“Es
un joven funcionario; su oficina, en el Penitente. Atiende y aconseja
a la gente pero no cobra ‘honorarios’.
Seguro
que es progresista, correctamente educado, positivamente ilustrado:
fotografiando, un artista.
Joven
e inteligente, amigo de los amigos, no se le conocen enemigos: los
tiene, seguramente.
No
tiene ningún estrés. Dirige a la policía, trabajando día a día,
¿adivíname quién es?”.
Pues
ese todavía joven funcionario ya se ha jubilado. Gracias por los
servicios prestados.
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